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Foto del escritorÁngel M. Gil

El erotismo, la sensualidad y la sexualidad en el arte

La vida siempre me puso cerca de agresores sexuales y pederastas. Por desgracia, no salí indemne de las experiencias con aquellos depredadores y conforme pasaban los años me cerré a experimentar. Pero pese a mi mal inicio con el sexo, he logrado hacer las paces con él. Fue gracias a no entenderlo lo que me obligó a estudiarlo y descifrar cosas que, de otra forma, hubiera pasado por alto.


Luego de emigrar a España, pasar por una situación económica deplorable y ser estafado en dos trabajos en hostelería, tomé la decisión de entregar hasta lo más íntimo de mi cuerpo con la única finalidad de sobrevivir y no tener que ver a mi madre y a mi familia en una mala situación.

Allí comenzó una aventura de experiencias que me enseñaron mucho del sexo y el erotismo.


La mayoría de los clientes eran hombres casados y afirmaban haber sido heterosexuales toda su vida, pero algo en los últimos años “había cambiado” para ellos.


La chispa no funcionaba igual, tenían sexo aburrido y se cohibían de experiencias nuevas por virtud puritana.



Sentían que la orientación sexual era fluida y cambiaba de dirección como el viento (era muy difícil para ellos admitirlo, muchas veces lo decían mientras miraban a otro lado y en voz baja).


Ellos tampoco me consideraban como un hombre, más bien, yo era casi imberbe, delgado, de rasgos algo andróginos y me confundían la mayor parte del tiempo con un chico de quince años.

Cuando tocaba negociar lo que haríamos, yo les hacía una “entrevista” para saber lo que realmente buscaban, ya que para mí el sexo era un mundo desconocido.


“Quiero follar” decía la mayoría de ellos, pero yo sentía que eso no era lo que deseaban realmente. Si solo quisieran follar, se irían con sus respectivas parejas (los que la tuvieran) y los que no, podían tener una amante sin necesidad de gastarse el dinero en mí.


Aunque sus bocas dijeran cosas, sus cuerpos pedían otras.


Poniendo a un lado la dinámica de poder (que eso ya es otro tema aún más profundo), el sexo no es lo que necesitaban… sino erotismo y sensualidad.


Aprendí que mostrarme “como Dios me trajo al mundo” no era atractivo, sino vulgar. No había misterio ni tampoco llamaba la atención. Y como dijo la diseñadora de modas venezolana Carolina Herrera: “Para una mujer o un hombre, el misterio es muy importante. No puedes ser un libro abierto". Ella tenía razón.


Por esa razón la lencería erótica emula la ropa común (la que usamos para salir a la calle) solo que la acorta un poco más. La clave está en tapar lugares estratégicos y exhibir otros.


Sin embargo, yo quería mostrar algo más allá que solo carne y usé el recurso de la sensualidad, que genera emociones: amor, alegría, tristeza, ira…


Sensual puede ser una tela, un color, un olor, una forma… sensual es todo aquel sentido que se despierta gracias a un estímulo y que a su vez genera gusto.


Sensual puede ser un perfume, una copa de vino, un coche deportivo o una botella de coca cola.

Del mismo modo, para escribir de forma sensual, no hace falta erotizar al personaje, basta con hacerlo sentir intensamente una emoción causada por una sensación que los demás pasan desapercibida.


Para que la sensualidad sea efectiva hace falta la atención y la INTENCIÓN a desear sentirla:


“El mar me acariciaba la piel y recordé por un instante estar entre sus sábanas.

Y desde lo más profundo de mí se formaban las lágrimas de añoranza que entraban en conflicto con el placer de recordar.

Tan hermoso era recordar las pequeñas cosas que hacen nuestra vida mágica y que se esconden en cotidianidad”.

«Le grimoire», Ángel Gil.


Así que mi recurso sensual fue mostrarme bien vestido, elegante y abnegado.


Fue probar el vino con los ojos cerrados, respirar lentamente, hablar como un adormilado; fue deslizarme por el salón como si el viento me llevase.


La pasividad ante la vida naturalmente es sensual.


Eso, definitivamente, encantó, ya que me alejaba de la vulgaridad de las demás personas que compartían el mismo oficio que yo.


Luego vino el erotismo, tiene mucho que ver con el cortejo.


El erotismo tiene que evocar sexo sin ser demasiado explícito. Como en esa película “Dusk Till Dawn” donde aparece Salma Hayek con una pitón en el cuello, bailando semi desnuda y sirviéndole alcohol a un hombre usando su pierna para guiar al líquido directo a la boca del sujeto.


El erotismo descontextualiza al sexo, pero hace referencia a él.


El buen erotismo en la literatura está escrito de tal forma que un niño jamás podrá entender el significado de lo que dice, pero un adulto sí.


No es lo mismo decir: “Me embistió con su duro pene mientras mi vagina húmeda pedía más”, a: “me embistió con fuerza, como una ola, mientras pedía más, como un ahogado en súplica de aire”.


Como dijo Isabel Allende en su libro Afrodita: “Lo erótico es cuando se usa una pluma, lo pornográfico es usar la gallina entera”. (Las palabras no son exactas, pero el significado sí).


Esa frase marcó mi vida. Entonces ¿todas las novelas eróticas que había leído hasta ahora estaban mal catalogadas? Pues… la evidencia muestra que sí.


He visto muchos autores que usan mucho palabras como “pene”, “coño”, “húmeda vagina”, “semen”… y pare de contar.


No deja nada a la imaginación, el cerebro no trabaja por completar las áreas en gris ya que no hay zona gris que completar.


Recuerda que el órgano más sexual del cuerpo humano es el cerebro ya que allí es donde se origina el orgasmo. Y si no se estimula el cerebro, no se estimula el placer.


Es como ir a comprar lencería erótica y que esta no tape nada o que te intenten besar apasionadamente y antes te hagan firmar un contrato donde se especifica todo lo que te van a hacer.


En el erotismo en la literatura, al ser un recurso complicado e inefable, es vital aplicar un símil de comparación para dar voz a sensaciones complejas.


Para el buen escritor de erótica, decir cosas sin resultar explícitas será su mayor herramienta.


Cuando mis clientes me buscaban por segunda vez o más, yo les preguntaba ¿qué te motivó a regresar? Su respuesta (en casi todos los casos) era: “tienes algo erótico que no entiendo, pero que me gusta”.


Había logrado generarles un interés mayor al esperado.


¿Cómo apliqué el erotismo en esos casos? Pues en la forma en la que servía el vino, en la que me limpiaba los labios de forma pausada con la servilleta de tela, en cada palabra que usaba y hasta en mi gesticulación.


Todo mi “yo” evocaba a un sexo dulce, sin resultar explícito, pero coqueto y eso generaba adicción.



“El humano busca erotismo y como no lo conoce se conforma con el sexo.”

-Ángel Gil.


Ahora el último recurso es el sexual.


Es el más usado y el que todo el mundo conoce (hasta los animales).


Este recurso es explícito y están permitidas palabras como “pene”, “vagina”, “culo”, “semen” y otros.


El recurso sexual es el que podemos leer en las novelas pseudorománticas y en las pornografías de bajo presupuesto, no en las de Erika Lust. Que por cierto son una maravilla.


Todo en el sexo es más visceral, carnal y hasta, a veces, perverso. Cuando en el acto sexual se saltan todo lo anterior (la sensualidad y el erotismo), puede generarse una especie de rechazo al finalizar el orgasmo. De hecho, muchos hombres lo sienten y no saben por qué lo sienten.


El ser humano se puede acostumbrar al sexo visceral. Lo vemos diariamente en las aplicaciones de citas donde el sexo exprés se ha normalizado, pero el hombre está naturalmente dotado de una sensibilidad suficiente para hacer el amor. Cuando se tiene sexo casual (a largo plazo) daña la capacidad de vincularse con otros.


Como dijo Noemí Casquet: “prefiero el Amor sin sexo al sexo sin amor”.


Incluso en las citas de una noche, hacer el amor resulta vital para no desarrollar (a posteriori) arrepentimientos.


Recuerda que “Hacer el amor” no tiene nada que ver con el compromiso.


Para narrar una buena escena sexual solo basta con usar tu creatividad y ser explícito, pero cuidado de no resultar monótono ya que por mucho que existan posiciones sexuales diversas, no es fácil para el lector imaginarse como son las posiciones del kamasutra si no las ha visto o realizado con anterioridad.


“Introduje mi pene dentro de su húmeda vagina y la escuché gemir de alivio.

Tuve que sostenerla con fuerza ya que el placer hacía que sus piernas flaquearan y con cada embestida sentía como su cuerpo y el mío se confundían. Ella dejó de ser ella y yo dejé de ser solo yo, ahora éramos un “nosotros”.

Le Grimoire- Ángel Gil.


Cuando dejé aquel oficio sentí un alivio. No regresaría a él si pudiera, pero uno nunca sabe las vueltas que dará la vida en el futuro.


Lo que sí tengo claro es que gracias a la prostitución pude aprender cosas, muchas más cosas que me encantaría contarles por aquí. Pero como el espacio es limitado los dejo con el aprendizaje de una situación oscura que me proporcionó claridad en áreas que desconocía.

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